Nació el 13 de agosto de 1935 en Las Palmas de Gran Canaria, hijo de Vicente Guerra Marrero, natural de Quintanilla, y María Hernández Ramos, natural de Moya.

Desde temprano mostró fascinación por el mar, que siempre estuvo cercano. En su juventud remaba en la playa de las Canteras en compañía de amigos y de la que luego sería su esposa. Desde la cubierta del correíllo León y Castillo, en el camino de ida o vuelta desde Gran Canaria a Tenerife, oteaba el horizonte armónica en mano, repasaba apuntes y garabateaba postales y cuadernos durante los años que estudió perito agrícola en La Laguna.

Las travesías entre las dos islas se hicieron más frecuentes para poder ayudar en la economía familiar, dedicada desde generaciones a la agricultura. Estaban presentes en los momentos más decisivos, a buen seguro, el recuerdo de ancestros que habían iniciado con el plátano el siglo anterior, desde el norte de la isla, la tradición exportadora; así como la intuición de que generaciones venideras darían continuidad a la tradición.

Eran en todo caso tiempos de cambio, de necesidad, de dedicación para sacar adelante un nuevo proyecto. Juan y su hermano Vicente eran conscientes de que urgía emprender y trabajar con tesón para dar un vuelco a la finca agrícola familiar – que había conocido con su padre años atrás épocas de esplendor con el tomate – en Llanos de Botija, en Gáldar. Apostaron por el pepino, un nuevo cultivo de exportación. Prepararon el campo, construyeron un estanque y nuevas instalaciones en las que empaquetar los envíos por mar a Holanda y Reino Unido, principalmente, en la época de zafra.

Eran momentos de cambio también en lo personal. En 1962 contrajo matrimonio con Ana Rosa Cabrera Henríquez, nacida en Arucas, con la que tuvo cuatro hijos: Ana, Patricia, Juan y José. En ella encontró, a cada paso, el apoyo y la confidente. En todos ellos tuvo siempre el cariño y la admiración.

La empresa de Llanos de Botija prosperó desde el esfuerzo y la apuesta por la innovación así como desde la cercanía y la integración en el municipio de Gáldar. A la vez que crecía la actividad en la finca y el número de empleados, aumentaba la actividad comercial y la reputación de la empresa localmente y en los mercados europeos.

El modelo de negocio forjado desde la iniciativa y la dedicación de Juan y su hermano sigue siendo hoy una referencia cercana en el municipio, gracias a la continuidad y el entusiasmo de una nueva generación familiar de gestores que capitanean y hacen honor al espíritu pionero de los inicios.

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