“Pepe Molina” o “Pepe el de la óptica” como lo conocen sus amigos y los que han sido sus clientes, nació en San Isidro de Gáldar el año 1937 y fue el cuarto hijo del matrimonio formado por Pedro Molina Sosa y Luisa Mateo Silva.
Pasó su infancia entre San Isidro y el Farragú, y tras terminar la enseñanza básica, empezó a trabajar en el negocio familiar del molino de gofio y “tienda de requisados”. Eran años difíciles y en el negocio “había que ayudar a muchas familias necesitadas”, recuerda.
Tras hacer el servicio militar en África, donde obtuvo el carnet de “chófer de primera” empezó otra tarea profesional, esta vez de chófer de camiones, negocio que su padre había emprendido en aquellos años, cuando, según recuerda, “se daban viajes por veinticinco pesetas”. Además, estudiaba gestión comercial por las noches.
En esa época, finales de la década de los 50, la familia se había mudado de San Isidro al casco de Gáldar. En concreto, a la calle Capitán Quesada, a la zona conocida como “La Oficina”. La vivienda contaba con un local comercial, el cual llamó la atención de Don José Herrera Cerpa, primer óptico de la isla que buscaba expandir su negocio a la zona noroeste. Con el acuerdo de alquiler, comenzó una relación profesional que ha durado varias décadas y que ha dado un servicio como el del cuidado y la atención de las necesidades visuales, de la población de la comarca.
Contrajo matrimonio en 1966 con Mercedes Guerra Guerra (hija de Don Juan Guerra Ruíz, encargado del antiguo almacén de Los Romero). De dicha unión, nació su único hijo Juan Luis (óptico optometrista, actual encargado de Ópticas Herrera Cerpa en Gáldar). Asimismo, tiene dos nietas que cursan estudios superiores en la actualidad: Dafne y Cloe.
En el tiempo libre que le dejaba su actividad profesional, siempre ha colaborado en temas relacionados con el deporte y la cultura, siendo durante muchos años, en la década de los 70 y 80, presidente de la Casa del Deporte y la Juventud del Noroeste. De igual manera, también ha formado parte de varias directivas del Casino de Gáldar, donde practica una de sus aficiones favoritas, el juego de la baraja; en concreto “La Napolitana”.
Su lema en el trabajo, siempre ha sido “procurar la satisfacción del cliente” y siempre: “hay que recibir al cliente con alegría y una sonrisa”.
Gracias a todos. “Amigos para siempre”.