Es decir, del mismo modo que un termostato automático mantiene estable la temperatura de una casa, al margen del frío o el calor reinante, el nuevo páncreas biónico regula constantemente el nivel de glucosa en la sangre, impidiendo así que se produzcan las peligrosas subidas o bajadas de azúcar repentinas.

En concreto, un diminuto sensor colocado en una pequeña aguja que inserta bajo la piel mide automáticamente los niveles de glucosa en la sangre y envía la información a un smartphone, que a su vez da la orden a dos pequeñas bombas para suministrar cada cinco minutos la cantidad adecuada de insulina o de glucagón (la hormona que la contrarresta). Aunque anteriormente se habían presentado otros sistemas, las mejoras desarrolladas ahora permiten adaptarse mejor a cada individuo y que la dosis se administre desde el móvil al que llegan los datos del sensor de forma inalámbrica.

Probado con éxito

El ingenio ha sido creado por científicos de la Universidad de Boston y del Hospital General de Massachusetts y se ha probado con éxito en dos grupo de personas, uno compuesto por 20 adultos que llevaron el aparato durante cinco días sin que tuvieran que restringir su actividad diaria, y otro por 32 jóvenes de entre 12 y 20 años que tuvieron consigo el páncreas biónico el mismo espacio de tiempo en un campamento para chicos con diabetes tipo 1.

Los resultados se han publicado en New England Journal of Medicine. «El comportamiento de nuestro sistema, tanto en adultos como en adolescentes, superó nuestras expectativas bajo las exigentes condiciones que plantea la vida real», asegura el autor principal del estudio, Edward Damiano, precisamente padre de un niño con diabetes 1. Aunque el objetivo final es encontrar la cura de la enfermedad, afirma que, mientras tanto, esta tecnología mantiene a los pacientes sanos y a salvo de la hipoglucemia y «quita de sus hombros una enorme carga emocional y práctica».

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