Cuando el 1 de junio de 1999 se inauguró el Hospital de Gran Canaria Doctor Negrín y la Comunidad Autónoma tenía la propiedad de la antigua Clínica del Pino, que anteriormente había gestionado el INSALUD, muchos ciudadanos se quedaron mirando a ver qué uso se le iba a dar al lugar que durante 35 años había sido uno de los principales centros sanitarios de Canarias. Se llegó a plantear construir viviendas y oficinas. Pero unos ciudadanos y ciudadanas consideraron que, con la apertura del Dr. Negrín, no quedaban satisfechas otras demandas sociosanitarias de esta Isla. Por eso comenzó a gestarse el movimiento “El Pino es nuestro”: se trataba de seguir utilizando la antigua clínica para fines sociosanitarios. Personas vinculadas al movimiento vecinal, a diferentes colectivos sociales y profesionales de distintos ámbitos se organizaron. Y pasaron de las reuniones a la acción.

Justo en ese inicio del siglo XXI, el Hospital Militar Juan Carlos I llevaba 15 años abierto. Sin embargo, según la memoria del año 2000 del propio centro, de sus 450 camas solo se usaba el diez por ciento. Los propios trabajadores del centro sanitario y la Asociación de Vecinos de Guanarteme iniciaron movilizaciones reivindicando el hospital militar para uso civil. No eran unas reivindicaciones nuevas porque, desde 1992 el colectivo de Médicos en paro ya lo había hecho y luego otras organizaciones se fueron sumando. Pero cuando el Ministerio de Defensa se planteó desprenderse de sus centros sanitarios infrautilizados, fue cuando se tomó más conciencia. Uno de los portavoces de la plataforma “El Pino es nuestro” que hoy seguimos recordando, Antonio Castellano, mostró su apoyo a la recuperación para toda la ciudadanía del Hospital Juan Carlos I.

Ese apoyo de “El Pino es nuestro” a los que se estaban movilizando por el uso civil del antiguo hospital militar es una prueba más de la conciencia ciudadana de este colectivo. El papel de la ciudadanía es fundamental, como resaltaba el pensamiento clásico que contaba Platón: “El objetivo de nuestra legislación no es el bienestar de una clase particular, sino la comunidad total. Se usa la persuasión o la fuerza para unir a todos los ciudadanos y hacerles compartir juntos los beneficios que cada uno individualmente puede aportar a la comunidad; y el propósito de alentar esa actitud no es facilitar a cada uno la propia satisfacción, sino hacer de cada hombre un eslabón en la unidad del todo”. Lo que después reiteró Aristóteles cuando hablaba del hombre como “zoon político”, como animal político o animal social, como ser interesado por todo lo que afectaba a la polis, a la ciudad, a lo colectivo.

Porque ese conflicto entre los intereses particulares y los generales ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia. En el caso de la reivindicación de “El Pino es nuestro” vemos en el propio nombre de la plataforma una declaración de intenciones. Y ese “nuestro” no se eligió pensando en los intereses de un gremio, de una clase social o en los accionistas de una empresa. Ese “nuestro” lo empleaba gente que no estaba velando por ningún beneficio privado. Otros sí habían visto en el edificio del Hospital El Pino una oportunidad para hacer negocios, para mejorar su cuenta de resultados con la construcción de viviendas y oficinas. Igual que cuando el Ministerio de Defensa se planteó abandonar la gestión del Hospital Militar y algunas empresas sanitarias norteamericanas y empresarios canarios del sector se interesaron por la compra del centro hospitalario que se había construido sobre suelo público donado por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

No es la primera vez, ni será la última, que el Cabildo aprovecha el aniversario de “El Pino es nuestro” para reconocer a este movimiento ciudadano. Pero en estos tiempos que corren de intento de desmantelar el Estado de Bienestar, de obsesión por obedecer las directrices de los mercados, de aprobación de presupuestos públicos encorsetados por una legislación que prima el pago de las deudas particulares frente a las necesidades públicas o incluso al cumplimiento de los compromisos de los partidos que suman la mayoría electoral y social. En estos tiempos tiene más sentido que nunca reconocer a quienes se comprometieron pensando en todas y todos, pensando sobre todo en la población más vulnerable, en las necesidades sociales. Entre la descripción del “animal político” realizada por Aristóteles al planteamiento del discurso de investidura de Kennedy en enero de 1961: “No preguntes qué puede hacer por ti tu país, pregunta qué puedes hacer tú por tu país”, hay 24 siglos de historia, miles de guerras, cientos de revoluciones, de conquistas de derechos…

En todos esos procesos siempre hubo personas que se mostraron indiferentes ante las injusticias o el dolor ajeno, que se limitaron a obedecer a los que mandaban en cada momento, y otras personas que prefirieron pensar en todos, que eligieron compartir sueños colectivos, que optaron por rebelarse frente a las decisiones de los que no pensaban en el bien común y que fueron capaces de movilizarse para decir, por ejemplo: “El Pino es nuestro”. Gracias a esas personas, una década después, tenemos un espacio público donde se realizan prestaciones que intentan responder a las demandas ciudadanas.

Porque tenemos un centro sociosanitario para atender a 448 personas, que desde esta semana cuenta con diez plazas más. Un centro que es de todos y que cumple una función social extraordinaria. Porque desde aquella primera Casona o Clínica de Lugo donde los médicos recibían a los primeros pacientes de Las Palmas de Gran Canaria en 1947 hasta este año 2016 la atención sanitaria y sociosanitaria a pacientes y personas en situación de dependencia ha avanzado muchísimo. Y sigue avanzando cada día en la pretensión de que los profesionales, los servicios y el entorno se conviertan en apoyos para que, quienes lo necesitan, sigan adelante con su proyecto de vida. Que se sustenta en los conocimientos científicos, se orienta desde principios éticos y desarrolla y protege los derechos de las personas a través del compromiso, la implicación y la participación de los usuarios y las familias. Que no trata solo de reproducir un modelo asistencial sino de dar respuesta a los anhelos de la ciudadanía en un espacio que debe tener la pretensión de parecerse cada día más a su hogar. De abrir espacios para la autonomía personal, la atención integral, la calidad de vida, la máxima independencia. De alcanzar el mayor grado posible de bienestar físico y emocional, de respetar sus decisiones y preferencias, de garantizar su intimidad, su privacidad y el cuidado de su imagen personal. Hermosa tarea la de trabajar cada día con 448 hombres y mujeres con los que el miércoles 17 de febrero celebramos que comparten este hogar que acoge a una gran familia. La sociedad grancanaria siempre estará en deuda con quienes lo han hecho posible.

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