El Cabildo de Gran Canaria ha declarado hoy la extinción del incendio ‘hambriento’ que asoló la cumbre con una voracidad inaudita por la que arrasó mil hectáreas en cuatro horas y con potencial para destruir más de 12.000 hectáreas que, sin embargo, contó con tres claves para quedar en 2.700: la lluvia en la vertiente norte, las áreas cortafuegos elaboradas con quemas prescritas en invierno y la contundente actuación del operativo desplegado, a lo que se sumó la limpieza hecha en gran parte de las propiedades, que así quedaron casi intactas.
El incendio se declaró el pasado 20 de septiembre en torno a las dos de la tarde, se dio por controlado el 23 de septiembre y desde entonces, la vigilancia, el enfriamiento y la actuación en focos, tocones y humos ha sido la dinámica de trabajo. El último humo se produjo el sábado a las 18 horas, de modo que pasadas las 36 horas recomendadas por los técnicos, el presidente del Cabildo, Antonio Morales, ha firmado la declaración de extinción.
Se ha tratado de un incendio que tiene detrás la mano del hombre, la principal hipótesis es la intencionalidad, y comenzó con una fuerte fase explosiva, casi una deflagración, que arrasaba cuatro hectáreas por minuto con características similares a las del incendio de 2013, que casi alcanza la zona afectada en 2007, el mayor de esta isla, y también con características del que acabó con la vida de veinte personas en La Gomera, el fatal fuego de la historia moderna de Canarias.
Este incendio de Gran Canaria se convirtió rápidamente en un problema de protección civil, ya que contra su virulencia inicial nada se podía hacer, más que quitarle de delante todo lo que tuviera, ya que avanzaba más rápido que lo que corre una persona, por lo que de inmediato la actuación se centró en evacuar a quienes se encontraban a su paso, si bien causó el fallecimiento de una mujer. Varios grandes temores se sucedieron desde el primer momento: que progresara por el norte hacia San Mateo y Santa Brígida y que por los flancos saltara a Valleseco y a la cuenca sureste-sur, por donde la catástrofe natural y personal habría adquirido unas proporciones exponenciales.
La ansiada lluvia, las quemas de invierno y el operativo desplegado
Sin embargo, la lluvia y la bruma que entraron la primera noche fue determinante, ya que frenó su avance por la cara norte y permitió centrar los trabajos en otras zonas en las que la lluvia no hizo su aparición. Igualmente determinante fueron los trabajos de prevención de invierno como las quemas prescritas realizadas por los equipos presa del Cabildo, que bajaron la intensidad del fuego en estas áreas y el potencial de lanzamiento de pavesas.
La tercera clave para controlarlo fueron las contundentes labores de extinción del operativo desplegado, con destacadas actuaciones de los presa, ya que detuvieron los dos complejos frentes del fuego con gran potencial de destrucción. Por un lado el flanco izquierdo, en los sectores de Mesas de Galaz, por donde saltaba hacia Valleseco, y por otro el flanco derecho, por Llanos de la Pez, por donde impidieron que saltara a San Bartolomé de Tirajana y Tejeda, operaciones en las que también actuaron agentes de Medio Ambiente como mandos operativos de extinción.
El moderno concepto de cortafuegos, pionero en Gran Canaria
El concepto de cortafuegos tradicional que arrasa con el territorio y es fácilmente reconocible por la población, y que en los fuegos modernos se han demostrado ineficaces porque las pavesas o brasas ardiendo disparadas son capaces de cruzar kilómetros, ha dejado paso a un nuevo concepto basado en las quemas prescritas en el que Gran Canaria es pionera y que en este incendio han demostrado su eficacia, por lo que será llevado como ejemplo a revistas especializadas.
Dado que los grandes incendios son un problema de las sociedades industrializadas debido al abandono del campo, y que si no se revierte la situación es inabarcable descargar de vegetación el territorio, la estrategia es trazar un mosaico de áreas de baja carga vegetal que minimice las afecciones.
De este modo, en el caso de Gran Canaria, la estrategia en la que el Cabildo ha trabajado en los últimos quince años ha sido trazar una gran franja de este a oeste de más de 500 hectáreas de quemas controladas que divide la mitad norte de la mitad sur para, dentro de cada mitad, dividir las cuencas más peligrosas unas de otras, para cortarle el camino al fuego. También reciben este tratamiento los entornos de los restaurantes de la cumbre, las instalaciones militares y aeroportuaria y las propias del Cabildo, los Juncos, Garañón y las zonas de acampada, lo que las salvaguardó del fuego.
Estas franjas no tienen impacto visual, no llevan tanto mantenimiento como los cortafuegos convencionales, y su descarga de vegetación hace que el fuego apenas se levante del suelo –fuera de estas áreas alcanzó 40 metros de altura-, y vaya más lento, lo que además permite entrar y atacar las llamas.
Y es que son áreas que pierden la capacidad de lanzar cenizas y brazas, tanto su tamaño como su distancia de alcance, y esto fue clave para que no saltara a las cuencas del sur, si bien el incendio era un tsunami, y como tal, se temió lo peor en todo momento.
Así, en incendios de este tipo, su resolución depende en gran medida de los trabajos previos, más incluso que los de la propia extinción, ya que gran parte del tiempo se encuentra “fuera de capacidad” de ataque, toda vez que a partir de 2,5 llamas está fuera de toda posibilidad de enfrentamiento por un hombre.
El confinamiento, la opción segura
Esta franja también permitió atravesar el incendio para recoger a las personas que se encontraban cerca del Pico de las Nieves y que no iban a poder salir, una treintena que permanecieron confinadas en la Base Militar, otra de las enseñanzas para la población: en determinadas ocasiones es más seguro el confinamiento que la huida, en la que mueren gran parte de las víctimas de los incendios, así como en las evacuaciones tardías y atropelladas, que generan caos y atrapamientos.
El apoyo de todos los cuerpos
La Dirección de la Extinción correspondió al Cabildo de Gran Canaria en todo momento, pero desde la primera tarde se pasó al Nivel 2 o regional para posibilitar la incorporación de medios de otras islas y del Estado, ya que su envergadura precisó todo el apoyo.
Por ello, el Cabildo agradece la gran coordinación institucional y labor efectuada, junto a la Unidad Operativa de Fuegos Forestales del Cabildo, sus los presa, bravos y agentes de Medio Ambiente y los técnicos del Cecopin, al 112, a la Unidad Militar de Emergencias (UME), a las policías locales, al Consorcio de Emergencias de Gran Canaria, a las protecciones civiles, muy importantes, y Cruz Roja, así como a los bomberos de los distintos municipios, la Policía Canaria, la Guardia Civil y la Policía Nacional, además de al personal de Carreteras y Sector Primario del Cabildo, y personas que trabajaron con especial ahínco para devolver el agua y la luz a las zonas afectadas, entre otras labores para que la cumbre recupere las mejores condiciones posibles cuanto antes.
Una recuperación por mosaico
La recuperación de la cumbre se producirá por mosaicos, el 80 por ciento de las áreas tratadas con quemas salvaron los pinos y ya han empezado a soltar su pinocha y a cubrir el suelo, por lo que hay puntos en los que casi no se nota que pasó el fuego. Otras zonas sin quemas controladas o con otros tipos de pinos y árboles, radiatas y otros, tendrán que ser replantadas, y el resto llevará entre seis meses y un total de dos años para borrar las cicatrices. Como siempre, el pino canario, adaptado al entorno volcánico, será el que mejor se recupere.