La Fiesta de la Rama de Agaete, que se celebra anualmente entre los días 3 y 4 de agosto, como parte integrante de las celebraciones en torno a la festividad religiosa de la Virgen de las Nieves, en la Villa de Agaete, Gran Canaria, ha sido declarada Bien de Interés Cultural por el Consejo de Gobierno. En la actualidad, y producto de su propia evolución histórica, se manifiesta formalmente en una serie de actos concatenados, bien establecidos y ritualizados, que le confieren buena parte de sus valores antropológicos, sociales e identitarios, en una dimensión que trasciende lo local.
Desde agosto de 2010, la Villa de Agaete cuenta con un Museo de La Rama en el que se guardan y muestran los diferentes elementos que intervienen en la fiesta, como son los tradicionales papagüevos -gigantes y cabezudos que representan a personajes relevantes en la historia del municipio-, las farolas, las ramas, etc. y se recoge su evolución, los principales personajes, las celebraciones anteriores.
Un primer elemento a tener en consideración a la hora de plantear la existencia efectiva de los notorios valores que justifican su declaración BIC, es el profundo arraigo popular en las dimensiones local, insular e incluso suprainsular. La Rama de Agaete es un referente fijo en el calendario anual para todos los grancanarios.
Un segundo elemento identificativo de esta fiesta es su carácter dinámico en un marco polisémico que combina esencia ritual y evolución cronológica del espacio festivo para adaptarse con éxito a todos los momentos y generaciones que la han hecho suya a lo largo de los siglos. En lo sincrético, se trata de una fiesta inclusiva que ha logrado el justo maridaje entre lo pagano, representado por La Rama en sí, y la religiosidad propia de las fiestas en honor de la Virgen de las Nieves de la que forma parte.
La Rama de Agaete también se configura como un espacio inmaterial de comunicación intergeneracional, sirviendo de «rito paso» entre la infancia y la madurez y en el que conviven asistentes de todas las edades cumpliendo un mismo ritual. En un sentido parecido, es también un rito de adopción del foráneo por parte de la dimensión local, configurándose en un poderoso vehículo de integración de tal suerte que durante la celebración no hay distinción real entre el natural de Agaete y el visitante, siendo todos los presentes «rameros».
Un fenómeno similar se produce en la dimensión social, jugando aquí la Fiesta de la Rama el rol de igualadora de clases y niveles socioeconómicos o culturales. Otra dimensión de gran importancia para la Fiesta de la Rama de Agaete y que la particulariza de otras festividades tradicionales de Canarias es su estrecha vinculación con la creación artística y cultural, habiendo servido al mismo tiempo de catalizador de la creatividad y de vehículo de su expresión a través de la obra de multitud de artistas plásticos y literarios.
A estas particularidades que la hacen única hay que añadirle el resto de componentes y valores que son inherentes a las fiestas populares de Canarias: formas de multiculturalidad, ejes y vehículos de socialización, formas de preservación y fomento de tradiciones, generadores de beneficios económicos, que consolidan las identidades locales, regionales y universales, configurando un paisaje cultural inmaterial único, profundamente arraigado en la mente colectiva y el imaginario del grancanario y que, no obstante, trasciende con mucho su alcance local e insular para ampliar su área de influencia cultural al resto del Archipiélago y más allá por la vía del turismo.
Valoración histórica y antropológica
Desde muy temprano en la historia de la postconquista de Gran Canaria, Agaete fue un importante centro productor de azúcar, existiendo al menos dos ingenios azucareros documentados. Así, a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII la leña de pino, acebuche, almácigo, escobón y brezo procedentes de la zona alta del Valle de Agaete y pinar de Tamadaba se transportaba a través del Lance de Bisbique hacia los ingenios azucareros. Cifras próximas al millón de kilos de leña anuales no fueron infrecuentes en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XVI y aún en 1595 se abastecía con 460.000 kilos. Por tanto, durante siglos es un hecho que el transporte de leña hasta la costa fue un acto regular propio de la historia de Agaete y la estampa de los acarreadores era habitual, generándose un imaginario colectivo y popular que marca una relación ancestral entre las comunidades del Valle y los recursos forestales de su cabecera –en especial el pinar de Tamadaba– a través de caminos para el transporte de leña, madera, carbón o pinocha.
En cualquier caso, la costumbre de enramar las iglesias y calles en fechas de celebraciones a modo de decoración fue común en Canarias a lo largo del Antiguo Régimen. Este elemento festivo experimentó un proceso expansivo a partir de la segunda mitad del siglo XX con la proliferación de fiestas de la rama o bajadas de la rama en muchas localidades de la isla. No obstante, la Rama de Agaete es, sin duda, la más popular del Archipiélago y la que en su fisonomía y desarrollo tiene un carácter único que hace que su valor simbólico sea más amplio, dominante y que escape a los límites locales.