Desalar agua con energías renovables reduce el coste de producción casi la mitad, ya que el metro cúbico costaría 1,3 euros frente a los 2,13 euros que cuesta con combustibles fósiles, de modo que este binomio es clave no solo para disminuir el gasto sino también para dejar de emitir CO2 a la atmosfera, de importar petróleo y minimizar el impacto del cambio climático.
Así lo afirmó hoy el catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Roque Calero durante las jornadas ‘Acequia’ promovidas por el Cabildo y el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea.
La desalación unida a las energías limpias fue el tema que abrió la segunda sesión del encuentro, una opción por la que ya apostó hace unos años la Mancomunidad del Sureste, lo que le valió varios premios de la ONU por su importancia, por ejemplo, para países en vías de desarrollo, y un binomio por el que ya ha apostado el Cabildo con su Plan Renovagua dotado de 18 millones. El objetivo es implantar energía eólica y fotovoltaica 26 instalaciones del Consejo Insular de Aguas para ahorrar dos millones de euros al año y dejará de emitir 17.423 toneladas de CO2.
El Cabildo es responsable de las desaladoras de Guía, Gáldar, Arucas y La Aldea, mientras que Emalsa lo es de las de la capital, Aguas de Telde de la de este municipio, Elmasa de la de San Bartolomé de Tirajana y la Mancomunidad del Sureste de las de esta comarca.
El crecimiento demográfico y el aumento de la sequía pueden afectar al acceso al agua potable, por lo que es previsible el incremente de producción y, con ello, de los costes, por lo que reducir el consumo de energía con renovables se torna esencial.
Calero explicó que un parque eólico de 20 aerogeneradores de 5 megavatios puede producir el equivalente a la capacidad de los embalses de Gran Canaria y generar el agua necesaria para toda la Isla, ello con una disminución en el coste que incluye la amortización, una opción por la que también puede optar las empresas privadas.
Apostar por las aguas regeneradas
La segunda mesa redonda de la jornada apostó por aumentar el uso de las aguas regeneradas ya que el 80 por ciento se vierte al mar pudiendo ser aprovechada para la agricultura, pero solo el 6 por ciento se usa para este fin, por lo que la investigación y formación y la concienciación son fundamentales, apuntó María del Pino Palacios, profesora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Para que los agricultores verifiquen la viabilidad de usar agua regenerada en la agricultura, la Universidad ya están haciendo comprobaciones en parcelas de Gran Canaria con riego soterrado y monitorización constante para controlar qué cambios experimenta, detalló Vanessa Monzón.
Una Iniciativa similar desarrolla el Instituto Tecnológico de Canarias en la zona de la Macaronesia a través del proyecto Adaptare, explicó Gilberto Martel, miembro del ITC, para que los agricultores verifiquen no solo las ventajas de la aplicación de aguas regeneradas en cultivos, sino de hacerlo junto a tecnologías de riego de máxima eficiencia.
El programa destinó la tarde a que los participantes comprueben in situ lo debatido durante la mañana con una visita a la Mancomunidad del Sureste para conocer la depurada de Agüimes, una parcela experimental y una finca que usan agua regenerada, comprobar el impacto que tuvo la sequía del pasado año en La Sorrueda y descubrir el proceso que utiliza la planta de depuración natural de Santa lucía que no consume energía.
Menos precipitaciones y más lluvias torrenciales
Las proyecciones del clima para este siglo revelan que habrá periodos de sequía más intensos a la vez que habrá episodios más recurrentes de lluvias torrenciales, con el riesgo añadido de la orografía isleña, destacó Javier Fernández, miembro de la Agencia Estatal de Meteorología.
Aumentarán las temperaturas mínimas, más aún en cotas más altas, que es donde incidirá más el cambio climático. La temperatura del agua también subirá, lo que provocará pérdida de nutrientes y pérdida de peces, que se desplazarán a zonas más frías. Estas aguas más cálidas conllevarán el incremento de borrascas que pueden tornar en fenómenos similares al Delta, aunque no huracanes.
Por otra parte, con los niveles de contaminación actual, la temperatura habrá aumentado 4 grados en 2050 y 6 a final de siglo, mientras que si disminuyen las emisiones previstas en los acuerdos internacionales, el aumento sería solo de entre 1,5 y 2 grados a mitad de siglo, detalló Antonio Ortegón, técnico del Instituto Tecnológico de Canarias.
Eso sí, prosiguió, el cambio climático ya es una realidad y a su alcance está aún por determinar, ya que la desaparición de hielo de los polos y el consiguiente descubrimiento de masas de tierra incrementaría las emisiones de metano a la atmósfera, lo que intensificaría el efecto invernadero.