Desde hace más de siglo y medio el reloj del Templo de Santiago marca desde lo alto de la torre norte el devenir diario de la sociedad galdense. Pero si hay una fecha en la que el artilugio cobra protagonismo, esa es la del 31 de diciembre, cuando puntualmente marcará la medianoche para recibir un nuevo año. Para que no haya ningún contratiempo, el encargado de su mantenimiento, Juan Antonio Mateos, ya se ha encargado de prepararlo para la cita.
Ahí ha estado siempre y todos los galdenses lo hemos visto desde pequeños, pero seguramente pocos han accedido a sus entrañas o conocen la rocambolesca historia de cómo llegó a Gáldar. Fue a las 18 horas de un 9 de abril de 1853 cuando la maquinaria del reloj dio su primera campanada, pero la idea de completar el majestuoso templo con un minutero rondaba en la cabeza de los galdenses de la época desde varias décadas antes. No sin pocos sacrificios se consiguió adquirir uno de gran calidad y majestuosidad en una prestigiosa fábrica francesa de la ciudad de Mâcon, acompañado de una campana, fundida en la también ciudad francesa de Lyon. El coste de la maquinaria ascendió a 1.343 pesos, que fueron sufragados gracias a numerosos donativos y una colecta vecinal, e incluso hipotecando durante varios años los beneficios económicos del chorro de agua del pueblo.
En su momento supuso un gran adelanto, tal y como explica Juan Antonio Mateos, pues los repartos de agua y otras actividades cotidianas de la época se realizaban atendiendo al tañido de su campana. Sin embargo, más de 160 años después su uso ha quedado reducido al recuerdo de otros tiempos y al protagonismo que cada 31 de diciembre le conceden las doce campanadas de bienvenida al nuevo año.
Precisamente con la intención de tenerlo todo preparado para la noche de fin de año, Juan sube a la torre en la víspera las decenas de escalones que conducen a la torre para engrasarlo y darle cuerda. «La cuerda del reloj tiene 210 vueltas y la de la campana 53, recogida suficiente para que la maquinaria funcione a la perfección durante una semana entera», comentaba Mateos, quien desde octubre de 2013 es el relojero encargado de su mantenimiento en sustitución de Miguel Rodríguez, ya jubilado.
La maquinaria, que en prácticamente su totalidad se conserva la original llegada desde Francia, consta de varios engranajes coordinados entre sí que culminan en dos manecillas que hacen funcionar los dos relojes de la torre y es revisada varias veces a la semana por el relojero.
Esta nochevieja, la mirada de las centenares de personas que elijan la Plaza de Santiago para despedir el año volverán a escuchar el imponente tañido de su campana para recibir al nuevo año. Mientras, “Juani” estará vigilante para que todo salga según lo previsto y podamos recibir al nuevo año con las mismas doce campanadas de rigor que desde hace más de siglo y medio han escuchado decenas de generaciones de galdenses.
¡¡¡¡Juanillo no sabia que eres tu quien se encarcaba de supervisar las campanadas del reloj de galdar!!!…Feliz año paratos…
Quise decir para todos…