Miguel A. Martín González (Historiador)
El amplio valle de Gáldar, al NW de la isla de Gran Canaria, destacaba antaño por la abundancia de recursos naturales (agua, pastos). Los primeros canarios que recorrieron su suelo aprovecharon para establecerse y desarrollar una amplia actividad agropecuaria. El cultivo de cereales, la pesca litoral, marisqueo y los pastizales permitieron el asiento de un número importante de personas que proliferaron por todos sus contornos, desde La Montaña de Gáldar, por El Gallego, Morro del Tomadero, Montaña de Las Samarritas, hasta Amagro. “La mexor población que hubo en esta afortunada isla de Gran Canaria fue la de la villa de Gáldar en donde avía mexores edificios por ser la cabeça entonces del partido de la isla y corte del rei guanarteme.” (Fray José de Sosa, 1678).
Si existe un hito natural de referencia en toda la comarca es, sin duda, la excepcional silueta de la Montaña de Gáldar, elevación singular que la población nativa concibió como un axis mundi. Entorno a la montaña se fue configurando la estructura poblacional, las áreas de explotación económica, así como las zonas rituales y sepulcrales.
No sabemos cuándo se funda la primera proto-ciudad de Agáldar, pero debió configurarse desde que las dinastías de los guanartemes establecieron su centro capital, ubicada bajo en la actual vieja Gáldar y que según la tradición fue el origen del Guanartemato establecido por Andamana y Gumidafe, que gobernaron en toda la Isla. Sus dos nietos, hijos de Artemis Semidán, heredaron el poder y se repartieron el territorio, quedando dividida en dos Guanartematos: Telde y Gáldar.
A partir de 1483, los extranjeros cristianos incorporan los primeros adoratorios en el mismo lugar que se situaban los templos sagrados de los canarios, donde las fuentes etnohistóricas situaban el Palacio de Los Guanartemes. La ciudad toma el rol heredado de los canarios, pero al mismo tiempo, tiene que ser consecuente con la nueva situación política que se ha creado en el siglo XV. Tenesor Semidán, último guanarteme, se convertirá en Fernando Guanarteme y las destacadas del linaje femenino sufrirán el mismo proceso, dejarán de ser Arminda y Tenesoya, pasando a ser doña Catalina y doña Luisa. La corte canaria se convierte paulatinamente en una población de tipo hispánico y su escueto nombre indígena se hace más complejo: “Villa de Santiago de los Caballeros de Agáldar”, adquiriendo un perfil de mezcla de lo canario y lo europeo.
En Gáldar es peculiar la continuidad de ciertas manifestaciones indígenas por el peso de la población canaria que allí continuó residiendo con los nuevos aportes humanos. Y eso lo notaremos en el posicionamiento de la iglesia de Santiago Apóstol de Gáldar, construida en el lugar más privilegiado, en la parte más alta del núcleo urbano. En el año 1496, la obra de la primitiva iglesia se daba por concluida en la antigua vecindad de Agáldar en el mismo lugar que se encontraba el palacio de los Guanartemes.
El término Agáldar, según el filólogo Dominik Wölfel encuentra paralelismos en las lenguas bereberes aĝalâd, “cercas redondas” o “muralla de una ciudad”, en relación a la voz gadir, “muro, castillo”. Para el filólogo Juan Álvarez Delgado, el término de origen prehispánico Agáldar significa “trasmontaña o entorno a la montaña”. Ignacio Reyes lo traduce literalmente como “vega extensa, grande o mayor” y para Pablo Deluca deriva de agal addar “gran casa” referido al Palacio de los Guanartemes.
Existieron históricamente algunos elementos estructurales constructivos que van a darle sentido a la fundación de la primera ciudad; un sentido claramente cosmológico al encontrarse en localizaciones de dimensiones simbólicas que les permiten articular el espacio. Por ello, todo debe surgir de un punto central de partida capaz de fusionar el espacio y el tiempo a través del ritual. Aquí nos referimos al desaparecido Palacio de Los Guanartemes, una construcción de piedra que en las Sinodales del obispo D. Cristóbal de la Cámara y Murga (1629) se refiere de la siguiente manera: “Dizen está allí la casa del que solía ser su Rey antes de la conquista; y está labrada con sólo piedra, sin cal”. Poco después Fray José de Sosa (1678), lo describe afirmando que estaba forrado con tablones de tea muy juntos, bien engarzados y pintados que parecían de una sola pieza. Por último el Obispo Dávila y Cárdenas (1735) ubica “el palacio que dicen fue de los Reyes canarios” junto a la Iglesia.
A muy poca distancia se encuentran las estructuras habitacionales en el entorno de la Cueva Pintada con importantes muestras de elementos rituales como son las pinturas con almagre rojo sobre toba y basalto, así como los conjuntos de cazoletas de diferentes tamaños, verdaderas casas rituales o almogarenes; quizá uno de los lugares donde Pedro Gómez Escudero (1639), afirmaba que tenían casas de doncellas o harimaguadas, especie de monjas que vivían a parte del resto de la población. La propia cueva presenta un enorme panel policromado con ideogramas geométricos, siendo un caso excepcional.
La zona de la Cueva Pintada sufrió un intenso acondicionamiento para uso agrícola. Todo parece indicar que fue descubierta hacia 1862, localizándose en el interior momias, cerámicas y otros objetos arqueológicos, según varios testigos. La cronología de este asentamiento, en el que se documentan al menos dos fases de ocupación bien diferenciadas, se extiende entre los siglos VII a XV1.
El siglo XV determina el cambio de paradigma, el ocaso de una cultura y sabiduría exclusiva con el principio de la hegemonía europea en Agáldar. Esto supuso un cambio político y una transformación sociocultural, muchas veces violenta, incluida la ideológica, las creencias y los valores. A pesar de la fuerte aculturación, se mantuvieron algunos ideales indígenas que se plasmaron, entre otras cosas, en las ubicaciones de algunas de las primeras ermitas cristianas sobre asientos indígenas.
Los nuevos edificios religiosos debían simbolizar el cielo y orientarse según la tradición cristiana Este-Oeste. La posición relevante que ocupaba el Palacio de Los Guanartemes es la elegida para adosar el nuevo templo de Santiago de Los Caballeros de Gáldar. Este lugar de celebración indígena sufrió la adaptación al nuevo discurso, transformando el enclave indígena en una ermita y los cultos cósmicos en ritos católicos.
El pensamiento simbólico se proyecta sobre el paisaje gracias a la orientación astronómica, es decir, a partir de que el individuo se sitúa en relación con el cosmos. La Iglesia Católica no abandonó nunca el principio de la orientación de los edificios religiosos.
A partir del santuario (Palacio de Los Guanartemes, Santiago de Los Caballeros o Cueva Pintada), aparecen otros elementos mediadores a través de los cuales se manifiesta la dimensión sagrada. Uno de ellos es la montaña o cualquier punto orográfico de especial relevancia como lugar de encuentro, allí donde irrumpe lo sobrenatural y divino; esto es, los otros elementos mediadores -los astros- que dominan la bóveda celeste. El punto de encuentro entre ambos son los sitios de revelaciones primordiales, ligados a la experiencia en el cosmos y donde se puede reintegrar el tiempo de los orígenes. Los antiguos lo conocían y lo convirtieron en un fenómeno religioso como parte de un imaginario, de construir un mundo que tenga significado y sentido.
Desde esos santuarios podemos descubrir una ideología cósmica -con el sol, la luna y ciertas estrellas- que permanecía oculta y que ahora vamos a revelar:
1. Una de las referencias cósmicas la escenifica el ocaso solar, durante el solsticio de invierno, por uno de los picos destacados de la Montaña de Amagro.
2. En el flanco inverso, se produce un acontecimiento cosmológico tremendamente significativo, muy visual sobre la cima de la Montaña de Gáldar, como es el orto lunar correspondiente al Lunasticio de Invierno Mayor Norte, fenómeno que sucede cada 18-19 años consecuente al ciclo lunar. El último lunasticio sucedió en 2006, el próximo será en 2024.
3. Otro acontecimiento astronómico relevante se produce con la alineación de las dos estrellas más grandes de nuestro cielo -Sirio y Canopo-, al alba del día del equinoccio indígena de otoño, sobre una V que dibuja el paisaje entre Roque Cumplido y Montaña de las Samarritas. Por cierto la Cueva Pintada se abre hacia ese lugar concreto.
4. Por último, la estrella Canopo surge por el Morro del Tomadero al amanecer del 8 de septiembre después de estar cinco meses oculta. No es una casualidad que ese día formara parte del calendario ritual de los canarios, pues ese mismo acontecimiento se repite en otras ocasiones, como en la ermita de Las Nieves de Agaete con el Roque Antígafo, siendo la más sugerente el sitio de Terore, la que dio el verdadero sentido a la celebración festiva de La Virgen del Pino en Teror. Desde la propia Basílica, cada 8 de septiembre, aparecía la estrella Canopo por la Montaña de Cho Feliciano.
NOTAS
1 El_museo_y_Parque_Arqueologico_Cueva_Pin.pdf