Pero no solo eso, proseguir con esta práctica conlleva responsabilidades penales para cualquier responsable público que la autorice en caso de accidente y fallecimiento de sus operarios, lo que se suma a que el Cabildo de Gran Canaria no está dispuesto en cualquier caso a poner en riesgo a sus trabajadores.

Tanto es así, que aunque no ha prohibido a nadie que acuda a recoger cabras, las personas que quieran acudir deben tener seguro de responsabilidad civil y deben pedir autorización al Cabildo por tratarse de suelo público, pero los servicios jurídicos insulares recaban la información necesaria para determinar si esta autorización conlleva igualmente responsabilidades en caso de accidente, en cuyo caso no las autorizará.

A esto se agrega a que las apañadas que se realizaron en un primer momento, y que llevaron a esta conclusión por parte de la Comisión Europea, se mostraron del todo infructuosas, por lo que aparte de comunicar que las medidas de seguridad y salud laboral de las personas tenían que estar garantizadas, lo que en esas circunstancias no es posible, determinó que había que dar el siguiente paso de forma inmediata.

Las abatidas con armas de fuego son el método legal de aplicación en todas las islas oceánicas del mundo, es decir, aquellas en las que estos animales sin duda alguna no llegaron por sí solas, sino de la mano del hombre, y la admitida como el más eficaz, el que menor sufrimiento causa el animal y el que más garantiza la seguridad de las personas.

De todas formas, el problema se ha creado por el abandono de animales en la naturaleza y la suelta de cabras por las noches y su recogida por el día (algunas incluso tienen cencerro), donde se reproducen sin control, lo que constituye una grave irresponsabilidad y una infracción ambiental que conlleva importantes penalizaciones.

Esta suelta nocturna y las apañadas de algunas otras, que luego se venden a restaurantes de la zona a distintos precios según proceda de Inagua o Güygüy, es una práctica que supone un cierto control de la población de cabras a la vez que perpetúa el problema, aparte de que las personas del entorno que por su propia demanda participaron en las primeras apañadas no colaboraron en distintos aspectos dado el interés porque esta situación no cambie.

Entre los cien mayores invasores del mundo

Aunque las cabras llevan mucho tiempo en Gran Canaria, es una especie que fue introducida por el hombre hace 2.000 años, tiempo insuficiente para que la vegetación de la Isla, que sí es endémica del territorio, se adapte a este gran herbívoro que supera los cien kilos y que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), la ha incluido en su Invasive Species Specialist Group (ISSG) de las cien especies más invasoras del mundo. La existencia de documentación científica sobre su impacto es apabullante.

Por este motivo, debe pervivir bajo control y en corrales, jamás en estado libre y salvaje que, con su poca necesidad de agua y su gran capacidad para acceder a sitios inaccesibles para otros animales, incluido el hombre, e incluso para dejar de dar leche, sí se han adaptado al espacio tomando de él lo que necesita y dejado destrozos a su paso, algo que la biodiversidad de Gran Canaria no se puede permitir.

Hembras de reclamo y ramoneos

Aparte de las apañadas, el Cabildo puso en marcha diversidad de medidas como corrales de captura con una cabra hembra de reclamo en los que solo se logró coger dos ejemplares, capturas pasivas mediante lazos o mangas de conducción, con cero cabras como resultado, y las apañadas fracasaron porque la mayoría huye al ver al hombre, se encaraman en lugares peligrosos, muy distinto a Fuerteventura donde, al ser más llana, las rodean en círculos y cogen varias decenas sin dificultad.

La cabra es un factor de erosión del territorio debido a su forma de moverse y de alimentarse a través de su “ramoneo”, consistente en mordisquear y comerse los brotes tiernos de plantas y árboles, sean reforestados o surgidos de la regeneración natural.

Además se comen las cortezas de los árboles jóvenes y los machos además producen serios daños por su hábito de restregar su cornamenta contra los troncos, descortezándolos y dejándolos indefensos ante plagas, enfermedades y sequías.

Se suma el pisoteo de los brotes, y todo multiplicado por cinco o seis, ya que las cabras se mueven en grupos, un gran daño que la población del mundo rural conoce bien y, en situaciones de ganado suelto, obliga a los agricultores a sobreproteger sus plantaciones, por lo que la ley que prohíbe este ganado suelto ni siquiera es reciente, tiene más de un siglo.

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